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La Tartamudez en Atención Temprana

En estos últimos años estamos registrando en consulta muchos casos nuevos sobre niños en edad preescolar (de 3 a 5 años) que comienzan a tener disfluencias, por ello escribimos este artículo en nuestro blog para aclararos algunos conceptos y animaros a consultarnos si necesitáis intervención y asesoramiento.

En nuestra área de Atención Temprana, uno de nuestros objetivos es la detección precoz de trastornos que se pueden dar en la comunicación, habla y lenguaje de nuestros pequeños.

La tartamudez es un tema difícil y muy controvertido, actualmente se han realizado muchos estudios e investigaciones sobre este tema para intentar aclarar aspectos sobre cuál es su causa, qué modelo de intervención es el que aporta mejores resultados, cómo es el cerebro de la persona que tartamudea, etc.

Podríamos definir la tartamudez, de forma sencilla, como un trastorno del habla que se manifiesta porque ocurren interrupciones en la fluidez del habla como repeticiones, bloqueos o prolongaciones que dificultan la expresión oral del mensaje que quiere transmitir la persona que tartamudea. Todo esto va acompañado de los llamados comportamientos secundarios, que pueden ser de varios tipos: fisiológicos, como pueden ser movimientos incontrolados de ojos, brazos, balanceo, tensión, fuerza; verbales, como puede ser expresando que no puede hablar, dejando de hablar, no diciendo ciertas palabras, uso de muletillas y por último, los emocionales, cuando aparece frustración, rabia, vergüenza, etc.

Las causas de la tartamudez son múltiples, aunque lo que sí se sabe es que es un trastorno neurobiológico en el que la genética es bastante importante. En el cerebro de las personas que tartamudean se han visto cambios, funcionan de forma diferente, sobre todo en los relacionado con la parte motora del habla, por lo que es algo que está ahí y el niño no puede imitar.

Bien es cierto que si alrededor del niño existe un ambiente en el que se habla de forma rápida, atropellada y sin orden todo esto va a perjudicarle. Por ello, trabajamos con los padres, con su entorno y con los niños, siempre ofreciendo pautas para mejorar el ambiente y continuar la intervención en casa.

En consulta nos encontramos casos de familias que tartamudean, sobre todo se da más en hombres que en mujeres en una proporción de 4 a 1, aunque en el caso de los niños no se pone tan clara esta dominancia, esto se cree que es debido a cómo de eficaz introducen las estrategias en su vidas las niñas, con mayor acierto que los niños.

Los padres con tartamudez, a menudo vienen con un sentimiento de culpa porque creen que sus hijos están imitando su patrón de habla y eso no es así, se puede imitar un gesto, una forma de actuar pero no un patrón de habla que no es el correcto por naturaleza.

También hay que mencionar la connotación negativa que siempre se le ha dado en lo social al ser tartamudo/a, con mucho trabajo de concienciación, poco a poco vamos sensibilizando a la sociedad de los distintos patrones de habla que pueden existir y de que cada persona es única y especial con todas sus características.

Otro tema importante de la tartamudez y que a menudo puede dar a confusión entre los padres, es su alta variabilidad. Un niño que presenta disfluencias puede estar días, semanas e incluso meses con un habla fluida y luego, desencadenado por cualquier factor estresante interno o externo, volver a tartamudear. Por eso hay veces que en sesión no tartamudean, otras tienen periodos muy fluidos y otros no tanto. Esto despista a los padres pero debemos entenderlo como una característica más de la tartamudez, su variabilidad.

Otro punto a destacar en el que puede haber confusión debido a la trayectoria histórica de quién ha tratado a las personas con tartamudez, es que la tartamudez causa ansiedad y estrés pero no es un problema de ansiedad, es un problema de fluidez, un problema motórico del habla, por ello debe intervenir un logopeda. El psicólogo/a intervendrá cuando sea necesario pero en aspectos de ansiedad no de fluidez.

Existe también una idea errónea sobre la intervención y es que todavía hay profesionales médicos que aconsejan no intervenir tempranamente, pero es justo al revés.

Esta idea venía de lo que hemos comentado de la concepción de que su causa era por ansiedad y de la idea de que al no ser conscientes, si se les hablaba de ello y se les hacían conscientes, entonces esto afianzaría su tartamudez. Hoy sabemos y tenemos múltiples bases científicas y evidencias clínicas de que los tratamientos tempranos mejoran muchísimo las posibilidades de remisión o como mínimo de reducir enormemente el impacto en su habla, en su autoestima y en su vida en general.

Los logopedas formados en tartamudez, usamos unos criterios de decisión en el que diferenciamos entre factores de riesgo y signos de alarma para poder actuar y evaluar de forma más profunda cada caso para ajustar nuestra intervención. El diagnóstico de tartamudez persistente del desarrollo no se realizará hasta que el paciente cumpla unos seis o siete años pero es muy importante la detección y la intervención temprana. Por lo que se recomienda acudir a un logopeda ante cualquier disfluencia que presente su hijo o hija en el habla, recordando que pueden intervenirse desde edades muy tempranas, en torno a los dos años y medio de edad ya sería posible.

Ante cualquier duda, consúltanos y resolveremos tus dudas.

 

Mª Ángeles Ariza Recio

Logopeda-Atención Temprana en Centro Óptima

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