“El conflicto es un signo de que existen verdades más amplias y perspectivas más
bellas”. A.N. WHITEHEAD
¿Tener razón es un arte o es una obsesión?. Hace un par de días, cuando compartía almuerzo en un chiringuito de la Axarquía desde el que se podía contemplar el mar, me sorprenden en la mesa más próxima una pareja que pasan del diálogo a una acalorada discusión de la que podía percibir su rabia, incomprensión e impotencia. Quizás el tema era lo de menos.
Y es que con mucha frecuencia, como en este caso, la conversación desemboca en un conflicto cuando una o las dos personas caen en la trampa de discutir obsesionados en que cada cual tiene la razón, como si la razón fuese única, y por tanto “tú estás equivocado porque ¿cómo iba a ser de otra forma? La verdad está de mi lado”.
Desean ganar a toda costa. Y aunque desmontes sus argumentos, no darán su brazo a torcer, como si la vida les fuera en ello. Y en cierta forma así es, porque han construido su identidad alrededor de esa necesidad imperiosa de estar en posesión de la verdad e imponer su opinión.
En consulta a veces también me encuentro con alguna persona que me hace partícipe de su opinión o creencia y me expresa un sinfín de argumentos para ilustrar cómo ella tenía la razón frente a tal o cual familiar y me doy cuenta que mantiene la expectativa de que yo pueda confirmarle que estaba en lo cierto, construyendo una alianza tan fuerte que destronará la “certeza” de la otra persona.
¿Qué necesidades psicológicas pueden explicar estos comportamientos? Podemos encontrar la necesidad de reafirmar la identidad, la necesidad de admiración, de reconocimiento y de aprobación social como una forma de conseguir la pertenencia al clan, al grupo social de referencia, grabada a partir de millones de años de evolución humana para garantizar la supervivencia.
Nos olvidamos con demasiada frecuencia que cada persona fue educada con unas determinadas pautas y valores, que cada persona ha tenido unas experiencias, una formación distinta y que todo ello facilita que en cada momento percibe e interpreta ese instante de realidad con sus propios filtros, como si mirásemos la realidad con una lente de diferente color. Lo que la hace única.
Como psicóloga sanitaria también me encuentro en consulta con esta forma de pensamiento, característica de la persona que se mantiene constantemente a la defensiva y necesita probar continuamente que su punto de vista es el correcto, quizás eso le proporciona una percepción de control. A lo que llamamos distorsión cognitiva. Es una forma de pensar tan inútil como la «culpabilización»; ya que no añade soluciones, sino simplemente la amarga satisfacción de pensar uno mismo que su propuesta es la más acertada (bajo su punto de vista subjetivo). Puede ser una forma de autoafirmación.
¿Por qué tanto miedo y rechazo a equivocarse? En ocasiones me encuentro con personas que tienen una suposición tradicional, aunque errónea, de que “es vergonzoso cometer errores”, ya que hay que tener una respuesta (solución) adecuada para cada ocasión. Quizás nuestra cultura que es muy punitiva con los fallos lo fomenta. ¿Y si pudiésemos ver el error como una oportunidad para aprender y evolucionar? Cada día puede estar lleno de estas oportunidades que impulsan nuestro crecimiento personal.
¿Tener razón, para qué?
Querer tener razón y demostrar que estamos en lo cierto es algo que puede que a todos nos satisfaga, no podemos negarlo. Y un modo de reequilibrar nuestras disonancias cognitivas (distancia entre lo que pensamos y hacemos). Ahora bien, la mayoría de nosotros entendemos que hay límites y que tiene la importancia que le queramos conceder.
¿Para alimentar la autoestima? Quizás esta creencia está sustentada en una de las 11 creencias irracionales que describió A. Ellis: “Solo puedo considerarme valioso si entiendo de todo y estoy a la altura en todos los terrenos”. A la altura de siglo y de desarrollo de la ciencia, ¿no te parece misión imposible pretender abarcar todos esos conocimientos?
¿Para engordar el ego? ¿Por qué necesitamos ser perfectos para merecer la admiración de los demás? A veces estamos absortos en las creencias y pensamientos de nuestra mente condicionada, en el personaje que hemos ido construyendo muchas veces inconscientemente, creando historias y culebrones.
¿O como una manifestación de ese narcicismo que presentan algunas personas como rasgo de personalidad?
¿Para ser perfectos? Y en consecuencia merecedores de reconocimiento y valoración.
¿Para Tener? Tener razón como una forma más de tener, en lugar de Ser.
¿Para tener poder? El poder de con-vencer, de conseguir que la otra persona cambie de opinión o ¿de pretender cambiar al otro? Considero que caemos en un comportamiento poco ético.
¿Para tener control? Si creemos que cada problema tiene una única forma adecuada de solucionarse, es fácil obsesionarse con encontrarla. Nuestra mente busca incansablemente seguridad como la emoción estrella.
¿Quieres tener paz mental o tener razón?
En las relaciones entre las personas ¿tener razón para qué? ¿Forma parte de la lucha, la competitividad y rivalidad en la que vivimos? No será más importante comprender a nuestro interlocutor y comprender que dos personas podemos mantener dos puntos de vista diferentes y tres personas tres opiniones distintas? Y que la Tierra seguirá girando sin inmutarse…
No es nuevo este empeño de tener la razón en las conversaciones, ya en el siglo XIX el filósofo alemán Schopenhauer escribió el interesante libro “El arte de tener razón”. Todo un tratado que describe 38 estratagemas para acabar teniendo razón en una discusión.
¿Y si aceptáramos la discusión como una oportunidad de comprender al otro, de evolución y crecimiento personal? Como una forma de aprender a convivir de una forma no violenta, siendo coherentes con nuestros valores y respetuosos con los valores de la otra persona, sin juzgarle, transmitiéndole una aceptación incondicional.
¿Qué evitar? (Para no herir los sentimientos de la otra persona y no lesionar la relación)
- Interrumpir a la otra persona cuando está expresando sus opiniones.
- Caer en el “ya sé que va a decir” y acabar la frase de la otra persona.
- Juzgar las creencias de tu interlocutor.
- Tomarte las opiniones de los demás como un ataque personal.
- Reaccionar de forma violenta contra la otra persona (volumen de voz alto, lenguaje corporal tenso…) Incluso cuando tienes razón esa circunstancia no te da derecho a ello. El respeto es un derecho básico de las personas.
- Obsesionarte con la “Verdad” como si fuese única.
- Caer en la creencia irracional de que necesitas ser amada y aprobada por la mayoría de personas significativas de la sociedad *.
- Responder en ese instante ante una persona con mucha facilidad para argumentar si no estoy plenamente de acuerdo.
10 Tips para evolucionar y disfrutar de los encuentros con las personas:
- Escucha con Atención Plena a la otra persona. Con interés por aprender
- Respira, permítete un silencio y conecta con tu cuerpo y tus emociones.
- Honra tus valores. Conecta con el respeto y dignidad como valor que todos las personas merecemos.
- Pregúntate: ¿Para qué necesito tener razón? Y entrena tu flexibilidad mental.
- Acepta incondicionalmente a las personas, aflojando los juicios.
- Procura discutir respetuosamente solo para aclarar y comprender cualquier problema entre ambas, no para conseguir que te den “la razón”.
- Hacer preguntas con curiosidad para descubrir cómo ve la otra persona la situación, qué experiencias ha tenido para que podamos comprender sus argumentos y su posición.
- Acepta un “no sé” como espacio de incertidumbre, de explorar con interés de aprender. .
- Se amable con la otra persona porque quizás está cuestionándose sus opiniones y eso le permitirá evolucionar.
- Date cuenta de tus emociones y expresárselas al otro facilitará la comprensión.
¿Quién tiene razón? desacuerdos, aferrarnos a la defensa de que tenemos razón, hace que enfoquemos todos nuestros recursos en defender nuestro punto de vista y olvidamos reflexionar sobre los hechos dificultando que nos pongamos en el punto de vista de la otra persona (en sus zapatos). Las discusiones que giran en torno a tener razón no desembocan en aclarar los hechos, en llegar acuerdos sobre lo que fue o es verdad, sino sobre lo que es importante para mí. Nuestras creencias, experiencias, aprendizajes y vivencias hacen que veamos las situaciones de forma muy distinta.
Algunas personas, como las que observaba con asombro que se enredan en esa discusión por tener razón, al cabo de dos horas no recuerdan la razón o motivo por el que empezó.
Si crees que esta obsesión por tener razón es fruto de nuestra cultura y eres de los que anhelas un cambio. Pues manos a la obra, podemos cambiar la cultura empezando ese cambio por nosotros mismos, reconociendo y aceptando el error como el disparador de un aprendizaje.
Compartir tus emociones facilitará la comprensión. Y la comprensión entre dos personas es un regalo de la vida que hace de ese momento un momento mágico de interconexión.
¿Y si cultivamos la actitud de aceptar que la verdad puede estar repartida entre muchas personas?
Aquí me despido, invitándote a que participes en compartir tus puntos de vista sobre esta cuestión, agradecida por tus respuestas a tanta pregunta.
* Creencia irracional descrita por A. Ellis (psicólogo)
Amalia Ortega García
Psicóloga sanitaria-Pedagoga-Especialista en Mindfulness y Desarrollo Personal